jueves, 22 de septiembre de 2016

Andaluces de Jaen


   Claro, solo yo sé que ésta es la imagen de un olivo. Pero doy fe y usted me creerá. Le pediré que también me crea que en ella viajan Miguel Hernandez, Paco Ibañez y un viejecito que vive en Alvear (me niego a los generales), Mendoza. Yo empecé a sospechar al editarla y al escribir esto empecé a creerlo.

    Nadie sabe como se juntan perfumes y colores y recuerdos que no nos pertenecen, aunque porfiemos haberlos vivido. Eso es sabido.

Por hacer una cronología, que ni remotamente es la mía, empezaré con Miguel:


   Si uno imaginara un breve Ulises español, casi sudaca, ese sería Miguel Hernandez. Pastor de niño, poeta de joven, enamorado a sus veintitres y tres años más tarde combatiente por la república y apenas dos después aprisionado por el franquismo. Con apenas 31 años muriendo en prisión con sus pulmones corroídos por la tuberculosis y el régimen.



¿Y dónde la sinapsis?

De Poemas del Olivar:

    Aceituneros

    Andaluces de Jaén,
    aceituneros altivos,
    decidme en el alma, ¿quién,
    quién levantó los olivos?

    No los levantó la nada,
    ni el dinero, ni el señor,
    sino la tierra callada,
    el trabajo y el sudor.

    Unidos al agua pura
    y a los planetas unidos,
    los tres dieron la hermosura
    de los troncos retorcidos.

    Levántate, olivo cano,
    dijeron al pie del viento.
    Y el olivo alzó una mano
    poderosa de cimiento.

    Andaluces de Jaén,
    aceituneros altivos,
    decidme en el alma ¿quién
    quién amamantó los olivos?

    Vuestra sangre, vuestra vida,
    no la del explotador
    que se enriqueció en la herida
    generosa del sudor.

    No la del terrateniente
    que os sepultó en la pobreza,
    que os pisoteó la frente,
    que os redujo la cabeza.

    Árboles que vuestro afán
    consagró al centro del día
    eran principio de un pan
    que sólo el otro comía.

    ¡Cuántos siglos de aceituna,
    los pies y las manos presos,
    sol a sol y luna a luna,
    pesan sobre vuestros huesos!

    Andaluces de Jaén,
    aceituneros altivos,
    pregunta mi alma: ¿de quién,
    de quién son estos olivos?

    Jaén, levántate brava
    sobre tus piedras lunares,
    no vayas a ser esclava
    con todos tus olivares.

    Dentro de la claridad
    del aceite y sus aromas,
    indican tu libertad
    la libertad de tus lomas.

Bueno, a mí me llegó de adolescente por Serrat: 


y por Paco Ibañez:


Al que nunca hubiera pensado conocer y aquí au cul du monde et du temps lo escuché y le tiré alguna foto. Siempre las bienvenidas fueron a distancia y las despedidas tan cercanas. ¿No es una cagada?


 Y mucho, mucho tiempo después, en una parada inesperada, donde la vida te encuentra sin buscarla, te ata las vidas que viviste gracias a quienes precedieron tu linaje, te descubre en un recodo el porqué atesorabas ese tornillo inútil, al que nunca le encontraste tuerca. 
No es casual que escriba este párrafo como el meandro de un arroyo que no se sabe adónde va. De eso se trata.

   En el tiempo en que pude saberlo, encontré a la vera del camino a un verdadero andaluz de Jaén. Él no sabía de Miguel, ni de Paco pero tenía un pequeño viñedo de uva Shiraz antes de que fuera moda y alambicaba su propio vino mezclando tintorettos y malbecs y otras cosas que no confesaba. Cada año plantaba alguna parra y las iba mezclando en otra alquimia. 

   Era bueno para mí sentarme bajo un alero de su casa, beber un sorbo, tratar de pagarle el vino que insistía en regalarme y poco más.

   Algún año le llevé una grabación selección de temas de Miguel, algunos cantados y otros leídos. Lo vi viajar a sus orígenes de la mano de Miguel, de Paco y de Joan. 

   Los dos bromeamos sobre algo para disimular los sentimientos. Ese viaje no llevé vino, apenas un abrazo.

  Después de un tiempo le pedí que me dejara tomarle una foto. Era esquivo. Recuerdo que fue después de que me mostrara un extraño árbol que había traído de su tierra y que daba unos pequeños frutos de un sabor inesperado por su forma, pequeños y verdosos como los olivos.



   Lo vi una vez más, ya enfermo y por pudor no fotografié su fortaleza. Ahora que lo pienso, las raíces del olivo del comienzo se parecen a como lo vi aquella vez, sentado en su silla de totora.

   Pasé muchas veces más frente a su casa. Nunca paré. 
No quiero saber el nombre de ese árbol, 
no quiero sentir el vino peleón de sus viñedos, 
no quiero saber si es que se ha muerto.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Cerezo de mi huerto


Cerezo de mi huerto, si no volviese yo,
la primavera siempre volverá...
Tú, florece

Parafraseando a un anónimo japonés leído alguna vez en el prólogo de La balada del álamo carolina del querido Haroldo Conti

jueves, 8 de septiembre de 2016

Human


¿Si te digo que esta película es un documental? 
¿Y que tal si te digo que dura, según sus versiones, entre dos y tres horas?
¿Y si te cuento que es francesa?.

Ya sé, perdí a varios a esta altura. No voy a contar mucho más, salvo que se filmó durante dos años en más de 60 países. Su director es Yann Arthus-Bertrand y fervorosamente recomiendo que la vean.

La estructura es simple: se alternan primeros planos, casi estáticos, de gente de todo el mundo que habla de cosas que todas las mañanas nos pregunta el espejo, con panorámicas picadas que a veces tienen directa relación con lo que se dice y otras no.


A mí me hablaron las que no. Fueron como un jardín japonés de arena, bello, sutil y efímero. En un momento el viento o la marea se lo llevarán y alguien volverá a hacer otro. Por ahí creo que va algo del film...


Como ya estamos en edad de preguntarnos ( o somos niños o tenemos canas. En el mejor de los casos ambas cosas) está bueno ver algunas respuestas de este documental. 

Ninguna será definitiva. Si algo no es el film es ser maniqueo. Todas serán sutiles, efímeras y, si son tan buena gente como creo, los harán seguirse preguntándose.



Quien sabe, capaz algún día nos encontremos acomodando la arena del jardín.


Algún alfabetizado informático la encontrará por acá y si quieren los subtítulos algo mejor ajustados a nuestro español rioplatense me los pueden pedir por mail.

Si andan por el barrio pasen con un pen y se la llevan.