Temprano, muy temprano, conocimos a Eduardo timoneando
algunos rumbos de la revista Crisis.
Después y siempre con el ademán clandestino de nuestros tiempos leímos Las Venas abiertas de América Latina.
Aprendimos a amar su independencia de las capillas que nos
eran cercanas, su sencilla inteligencia, su cercanía de hermano mayor.
Temprano, muy temprano, se nos fue. Para quedarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario