Hace ya un par de años, una noche, Pedro vino a casa a
cenar. Él había estado escribiendo mucho en esos días y componiendo varias
bases rítmicas.
Era un julio riguroso y supongo que calentamos el ambiente
con algún licor casero
En la pared estaba colgada la guitarra que alguna vez compré
para que tocaran los pibes del CPEM 26 en una biblioteca a la que casi nadie
iba. De algún modo eso cambió a partir de que alguna pibada empezó a enseñarse a
tocar y otros a enseñarse lo poco que sabían de sus oficios de vida
adolescente.
Ya en esa época Pedro era un compañero aunque todavía fuera
alumno. Por suerte su enorme corpachón hacía coartada y acercaba edad y afecto con el jovato.
En resumen, Pedro la descolgó y empezó a trabajar una
secuencia de tonos mientras me contaba lo que le había pasado en la calle con
una señora mayor que pedía y pasaba sus días entre gente que pasaba sin
mirarla.
Esa noche, en un viejo grabador periodístico grabamos la
primera versión de Rompecabezas.
Pasarían casi dos años hasta que la vida nos pusiera de
nuevo en esta encrucijada, sin pacto satánico y con ganas de crear en
compartido. Luego se sumó Lautaro y se fue amontonando una pequeña pila de
papeles y corcheas, alguna afanosa fusa fisurada y la genial sensación de
compartir el momento de la invención.
Algunas noches nos deslumbra el Rayo Verde y entonces esa
semana se moja de sentido.
Con su destino ineludible, las canciones ya son cada vez
menos nuestras. Nunca estamos muy seguros de quién hizo qué. Y eso es muy
bueno.
Al tiempo y en otra ciudad hice la foto que Pedro había
destinado para mí en esa noche. No es una gran foto. Lo importante no se ve…
Por la Calle (Fast Food)
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